En la crianza de toros bravos y en la exaltación de la fiesta, el Marqués de Domecq (al que Pemán, su cuñado, definió un día, a su senequista manera, con la sencilla frase: Don Pedro, el marqués”), fue ante todo aficionado y un artista antes que un ganadero con horizontes económicos. Fue persona muy destacada en el mundo de los toros, ganadero de postín y de tronío, gallista por encima de todos. También reflejó la seriedad en su ganadería, no exenta de ocurrencias y chistes o comentarios oportunos, por la que se guió en todo su quehacer. Así, jamás perdonó una vaca que no hubiese dado en varas el juego, a su juicio, satisfactorio. Pero, igualmente, tampoco lo hacía con aquellas otras que no humillaban, que desviaban su mirada de la muleta o que hacían un mínimo amago de desatención o desinterés por la pelea. De este modo, a lo largo de su vida, sus toros se lidiaron y alcanzaron grandes y sonados éxitos en muchas de las ferias de más categoría de España.
Otras ganaderías que han adquirido reses de la del Marqués de Domecq son las siguientes:
Manolo González, en 1984
Sánchez Ybargüen, en 1986
Núñez del Cuvillo, en 1991
Hermanos Vergara, en 1992
Valdeolivas, en 1992
Occitania, en 1992
Las Ventas del Espíritu Santo (Colombia), en 1994
Antonio López Gibaja, en 1995
Martelilla, en 1996 (segregación)
Los Camino, en 1996 y 1997
Hermanos Domínguez Camacho, en 1997 y 1998
Concha Sierra, en 1999
San Martín, en 1999.
En lo relativo al comportamiento, de los astados de la ganadería Marqués de Domecq son toros calientes de salida. No obstante, si bien no son abantos y suelen quedarse en el capote y repetir sus embestidas tampoco son fáciles de templar, pues tardan en entregarse y en ampliar su recorrido. Aún así, suelen salir se chiqueros galopando por todo el ruedo y frecuentemente
derrotando en los burladeros hasta que se les cita desde el tercio. | |